martes, 9 de octubre de 2012

Apuntes sobre la coyuntura

y la posibilidad de construir una corriente militante de la izquierda clasista
Por Alejando Cámac


El triunfo bolivariano y la rosada. 

El triunfo Chávez en Venezuela ha dado el primer respiro a un gobierno jaqueado por semanas de reveces políticos. La derecha argentina, se alineó incondicionalmente con el candidato escuálido Capriles a través de sus corresposales como Gabriela Miche(le)tti y, subidos al caballo del relato lanatezco, pretendieron a jugar a nivel regional su competencia contra el kirchnerismo perdiendo claramente. Por otro lado, el abrazo discursivo entre Cristina y el triunfante Hugo Chávez, expresa tanto un apoyo mutuo para sus conflictos internos, como una mayor sintonía entre ambos frente al escenario que se viene con las elecciones de la Casa Blanca. Es que a diferencia de otros momentos donde Néstor tenía que ubicarse como un contenedor del bolivariano (momento máximo de la diplomacia de puerto madero) frente a la amenaza de un conflicto con Colombia, ahora ambos coinciden en apostar abiertamente como amigos del candidato demócrata y mostrarse, más que como beligerantes por una mayor soberanía regional, como los mejores garantes de la estabilidad política y financiera de una región que no entra en la gramática pasiva de la crisis de hegemonía norteamericana (como demostraron las jornadas revolucionarias que la sacudieron la década pasada), y a la que sería mejor tener contenida para buscar negocios (Chevron/YPY) que convertirla en un nuevo centro de inestabilidad.

Despúes de todo “más allá de los principios”, para el imperialismo tampoco es conveniente una ofensiva restauracionista prematura que cause un desorden metropolitano de magnitudes impredecibles, en un país donde el régimen ha sido trastocado profundamente y -a diferencia de la penitente curia de Lugo- el chavismo no aceptaría pasivamente pasar a ser una minoría parlamentaria. Sólo iletrados en la política internacional como Lanata podían pensar que una (contra)revolución colorida en la región puede empezar por Venezuela. Más aún cuando la “centro-derecha” latinoamericana no goza de buena salud, como demuestra la crisis de Piñera frente a las protestas estudiantiles.

En el tablero de la política internacional, el nacionalismo burgués de Chavez y los decálogos del socialismo del Siglo XIX (que en la década pasada el imperialismo sólo podía identificar como parte del “eje del mal” o un populismo execrable) hoy -con Europa convulsionada por protestas y huelgas masivas, y una primavera árabe cuyas brasas no se lograr apagar (ver hola de huelgas en Egipto)- se han convertido en una útil referencia para darle mística y color a un frío a un Mélenchon o un corredor de bolsa como Tsiripas, que vienen jugando un rol fundamental en la pasivización y el encuadramiento parlamentario de las resistencias contra los ajustes.

Lo que no cabe dudas, es que como dijo Atilio Borón, el candidato de la administración demócrata de EEUU para éstas elecciones era Capriles. ¿Por qué entonces Chávez declara que "si fuera estadounidense votaría a Obama”? ¿Será qué es más favorable una administración intervencionista como la de H.Clinton que jugó dos movimientos estratégicos agresivos contra el chavismo e Itamaratí en la región (Honduras-Paraguay), que una administración aislacionista como la preconizada por los republicanos? No, es por que la opción estratégica que están tomando estos gobiernos no es hacia la confrontación por ampliar la soberanía frente a los monopolios norteamericanos o el dólar (como aclaró Cristina en Hardvard). Sino en aprovechar su relación con las masas, para presentarse como garantes de la estabilidad de una región sumida en las estimaciones sobre cuando llegarán los pulsos del comercio internacional que anuncien el fin de los buenos precios para las materias primas que  implicaría un aterrizaje chino, en un mundo que no se parece mucho al del 2009, como señala Juan Chingo acá.

El kircnerismo busca ahora, y coyunturalmente, explotar este viento unasur para remontar la moral de su desordenada tropa y recuperar la iniciativa política para llegar mejor al calendario friccional que se presenta hasta fin de año con el 8N y el 7D, pero para ello debe cerrar el desorden de su propia tropa.

Cacerolas, gendarmes y secuestros.

El 13S había creado una incertidumbre generalizada sobre el rumbo que tomaría el gobierno nacional frente al surgimiento de una oposición social por derecha, para los k “la marcha del odio”, basada en las aspiraciones corporativas (dólar, y seguridad) y republicanas (límites al uso discrecional del poder presidencial) de la clase media plena y alta. Mientras que Cristina intentaba resolver su gobernabilidad con éxitos diplomáticos en el exterior (tribunas de honor en EEUU, negociaciones con Irán, permanencia del reclamo de Malvinas, diatribas contra las provocaciones del FMI) apoyada por los buenos números de sus deberes con los acreedores de los Bonos que pagó con los millones de dólares arrancados del sudor de los trabajadores; el nuevo foco desestabilizador se amotinó en el propio riñón de las fuerzas del orden kirchnerista. Fernando y Juan, ya han puesto todos los límites que se le pueden poner a las impresiones que nos puede generar un fenómeno semejante. Octavio, Eduardo y Paula le dieron una verdadera lección argumentativa a la turba de oportunistas del progresismo y la izquierda que corrieron a batir sus pañuelos al edificio Centinela y Jesús María.

Al problema estratégico de la ruptura de la cadena de mando, que aún resta ver cómo el kirchnerismo se juega a saldar; se le presenta un efecto más inmediato que es el desmoronamiento de la moral de mando e intimidación de la única guardia móvil y de despliegue rápido con la que contaba el poder real kircherista, y que viene usando para contener los reclamos obreros y reordenar los lugares donde las policías han hecho desastres; y será imposible de predecir cómo actuará en adelante en un país, donde no tener una fuerza propia de lealtad probada, te lleva a que la federal y la metropolitana que arrojen un Indoamericano, un Formosa, o algo realmente serio: un “cinturón sur” bajo control federal y bonaerense. El secuestro de Severo, no hace más que enturbiar el panorama, con la demostración de que las bandas “con capacidad operativa” (la suficiente para no sólo ser patota, sino también capaz de hacer desaparecer y aparecer un testigo clave sin que haya un solo detenido ¡ni buscado! hasta el momento) no sólo son un recurso de los genocidas resentidos por los juicios, sino también por sectores con los que el gobierno viene entramando el armado de la CGT-Balcarce. Es una combinación explosiva, para un gobierno que sabe muy bien que una cosa es una escalada mediática contra Clarín y otra muy distinta es que empiecen a caer muertos.

La guardia móvil del gobierno, en la que Cristina había depositado la confianza para llevar adelante importantes operaciones de estado como el Proyecto X, y confiar las más difíciles operaciones ha traicionado irreparablemente la lealtad del gobierno. El intento de Verbitsky de mostrarlo como un malestar económico hábilmente pergeñado por un estudio de abogados y la cúpula aristocrática de la fuerza; no es más que la congoja de quién más intentó evitar este escenario, advirtiendo a Cristina que el espionaje y las labores ilegales de la Gendarmería, le iban a dar a ésta un peligros "juego propio". En el río revuelto, es aún muy prematuro arriesgar más hipótesis sobre cómo intentará rearmarse el kirchnerismo para no quedar como un grupo rehén, preso de la voluntad del corporativismo militar o el gatillo fácil de los comisarios.

El calendario político de los medios 

El gobierno lanzó el 7D como una jornada contra Clarín donde nadie sabe que hará fácticamente, lo cierto es que hasta ahora éste grupo tampoco ha logrado victimizarse como le gustaría. Los caceroleros autoconvocados están planificando otra gran intervención para el 8N. Con el triunfo bolivariano, algunos creen que el kirchnerismo intentará adelantárseles con un acto para el segundo aniversario de la muerte de Nestor. ¿Qué puede salir de todo esto?

Desde la misma muerte de Néstor, donde una multitud anónima circuló por la capilla ardiente y los resentimientos de la 125 quedaron en el pasado, con la recuperación económica a vistas del remezón del 2008/2009 y una ilusión de progreso reverdecida: importantes sectores de la clase media, tanto de la ciudad como del campo (!) reorientaron su voto hacia el kirchnerismo como garante de su consumo alocado y su acumulación en autos y apartamentos. Una creciente aplicación de la sintonía fina sobre el consumo de las clases medias de la ciudad, ha tenido un efecto político similar al de la “restitución del impuesto a la sal” de Luis Bonaparte con su base campesina, Clarín ha sido la pluma de Barrot con sus titulares, pero no más que la pluma. El kirchnerismo, y particularmente el cristinismo, también se apoyó sobre la ilusión de que el modelo iba acompañado del progreso económico de las clase medias, de la libre acumulación de bienes y dólares para la plebe urbana “bien vestida”, su creciente cercenamiento: primero con la inflación, luego con bajo piso para el “impuestos a las ganancias” y finalmente con cepos la compra de dólares y el ingreso de importaciones de ciertas gamas de productos (para poder pagar el Bodem y mantener el superávit comercial), crearon una disidencia por derecha anti-intervencionista y anti-asistencialista, que no es sin embargo la única. Las diatribas del kirchnerismo contra los caceroleros, pretenden ignorar que encuentran allí un sector importante de “su 54%”. El ejemplo mendocino de esto, lo señalamos con Nico el post anterior.

La estrategia "bonapartista" de Cristina para mostrarse imparcial en sus opciones de ajuste, fue separarse de los aliados molestos como Moyano, en ese momento una bestia oscura para estos sectores, y ensayar una aparente relación directa con las masas mediante el hibridó mecanismo de la cadena nacional (que no ni plebiscitario, ni parlamentarista, ni mucho menos estadista), algo que indiscutiblemente no ha sido del agrado de las mismas. Si el gobierno piensa sostener su política en relación a este calendario jugando de estadista, en lugar de apelar a alguna variante económica o parlamentaria (ya que no le conviene ninguna medida plebiscitaria que puedan exponerlo antes de las legislativas del 2013) de reorganización de su base social, es posible prever la continuidad de su desgaste acelerado.

Esta apreciación pesimista respecto a la posibilidad del kirchnerismo de superar en las calles y pantallas a las clases medias ofuscadas se debe a que, a diferencia del 2008 donde había surgido un nuevo movimiento militante del kirchnerismo con 678 y Carta Abierta (y sus colectoras) contra la bandera “restauradora” de la patria sojera y el populismo del derechista De Narvaez en la PBA o Cobos y Reuteman en el interior, hoy no se ve ni de cerca una presencia así del kirchnerismo; como demuestra el triste papel de Unido y Organizados frente a los últimos acontecimientos y la cada vez más llamativa ausencia de “kirchneristas críticos”.

¿Alguien ha vuelto a escuchar a aquellos que decían “hay que apoyar lo bueno y criticar lo malo”? ¿Qué paso con aquellos sectores que había seducido durante la breve primavera parlamentaria que hubo entre la AUH, la Ley de Medios, la de Matrimonio Igualitario? Los ha ido perdiendo, en pos de apoyar políticas sojeras y mineras y acuerdos con gobernadores derechistas y “feudales” declarados enemigos de los movimientos sociales, y no ha podido volver a seducirlos ni con la “recuperación de Repsol”, ni con la campaña por el voto a los 16 años. La otra razón es más subterránea, pero a la vez mas orgánica y extendida. Es la creciente oposición social que el kirchnerismo viene teniendo en el movimiento obrero y la juventud explotada y oprimida.

El peso político de la clase media y el peso social del proletariado.

La política rabiosamente frepasista, anti-huelguista, anti-docentes, pro-minera y pro-“ganancias en pala” de Cristina por un lado; y la total subordinación de las direcciones sindicales opositoras a políticos conservadores como Scioli (en el caso de Moyano) y Binner (Michelli) viene evitando que la disidencia social de importantes sectores de la clase obrera, desde los azucareros del norte a los petroleros del sur pasando por los estatales de las provincias más importantes, tomen cuerpo en los medios y la agenda política. La polarización del kirchnerismo y la oposición patronal, viene convirtiendo a las clases medias en el aparentemente único interlocutor político del país. De ahí también el reaccionario apoyo de la CTA y el FAP a los cacerolazos primero y el amotinamiento de los represores después.

El ejemplo más nefasto de esto, es el acto programado para el 10 de Ocubre entre la CTA, la Federación Agraria y Camioneros; donde lo que podría hacer sido un 10 O de la clase trabajadora, irrumpiendo en la escena política con una jornada de lucha real parando el transporte y varias servicios, con un reclamo de clase que ensombrecería a cualquier cacerolazo o discurso por cadena nacional; se va a convertir en un acto de saludo al reclamo de los gendarmes que nos reprimen y espían, y en una tribuna común con los medianos y pequeños patrones del campo, diluyendo nuestros reclamos y necesidades en una política pro-patronal que no es ninguna alternativa al kirchnerismo.

Estas corrientes intentan amplificar la influencia individualista de la ilusión corporativa de las clases medias sobre el movimiento obrero, a través de sus sectores más acomodados, intentando mostrar como idénticas sus aspiraciones. Sin embargo, para que ésta política pueda asentarse y la suerte de la izquierda clasista en el movimiento obrero se pierda definitivamente; los trabajadores sindicalizados deberían olvidar el fracaso de las indemnizaciones que ofrecían los retiros voluntarios del menemismo y el comprarse un taxi, y renunciar a la defensa de los puestos de trabajo (tal como lo “logró” la CTA en Paraná Metal en el 2009 aceptando 800 despidos), las actualización salarial de acuerdo a la inflación, a tener vida los fines de semana. Entre tanto, su suerte estará ligada a tanto a la confianza en sus propias fuerzas como en su capacidad de amplificar su influencia sobre las clases medias proletarizadas y, principalmente, sobre los sectores más explotados del proletariado: la mujer trabajadora, la juventud precarizada, los peones de talleres y galpones, los inmigrantes, los golondrinas del campo, los desocupados.

La política de las direcciones sindicales actuales viene jugando un rol central para impedir que el peso social de la clase trabajadora empiece a desarrollarse en el tablero político. A lo que Juan y Fernando señalaron sobre cómo gravita en los fenómenos políticos de la coyuntura este peso social en forma de “homenaje”; habría que sumarle como lo hace en los fenómenos pasivos de la misma, como lo es el llamado a silencio de las centrales empresarias luego de la críticas de Paolo Rocca (AEA) a la política económica. Lo que podría ser un escenario favorable para que las grandes patronales pasaran a la ofensiva, no contra “el modelo” (porque no tienen otro mejor por el que optar) pero sí para recortar conquistas sociales de la clase trabajadora o resistencias parciales al dirigismo económico del gobierno en aspecto derivados del control de importaciones de insumos, etc.; una reacción patronal que viene siendo contenida, en parte por los meritos noventistas del propio gobierno (como la nueva ley de accidentes de trabajo) pero en gran parte porque podría hacer entrar en escena al movimiento obrero (en sus diversas expresiones, desde las cgt´s al “sindicalismo de base”), algo que no les conviene ni parecen estar dispuestos a provocar en forma deliberada, al menos “coyunturalmente”.  

Autopercepciones erradas en la izquierda. 

Esta coyuntura “odiosa” (demasiado reformista para ser reacccionaria, demasiado reaccionaria para ser reformista) está exponiendo algunos de los límites más importantes de la percepción que tiene la izquierda argentina sobre su rol en la política nacional, y no me refiero sólo a sus “ubicaciones” -correctas o incorrectas- sino a las consecuencias objetivas, materiales, concretas, que su peso político y militante hacen de sus políticas, y de sus batallas dadas y no dadas.

La primera es la que expresan los sojeros del pcr, el mst o is, que buscan ganar la simpatía de sectores de esta disidencia por derecha al gobierno, haciendo el ridículo con las cacerolas y los gendarmes, y separándose lo más posible de los “sectarios” que quieren direcciones clasistas en los sindicatos (yendo con La Cámpora si es necesario, como en Zanón). De primar esta política abiertamente liquidadora, terminaría con la herencia del 2001 que aún expresa a su manera la existencia de una izquierda independiente tanto del kirchnerismo como de las variantes patronales; y que el primero quiso borrar del mapa el año pasado y no pudo. Su nivel de inconciencia llama la atención no por sus antecedentes junto a la Rural en Palermo, sino por su cerrado pesimismo a que pueda emerger una izquierda clasista ante el rápido retroceso del kirchnerismo. Objetivamente esta orientación hacia la derecha, viene atentando con el desarrollo del FIT, de los sectores clasistas sobre el sindicalismo de base, y eventualmente: de la influencia de éste sobre el movimiento obrero.

Entre los sectores que mantenemos una política independiente, hay dos peligros que me parecen de una actualidad preocupante: el considerar que ésta consiste en declaraciones generales y vagas de nuestra agitación, mientras hacemos frentes con la centroizquierda o la izquierda escuálida para mantener o acceder a tribunas parlamentarias (como son tanto las legislativas como las estudiantiles); mediante lo cual el peso relativo conquistado por la misma en la juventud (reconocido por los propios kirchneristas) se convierte en una tribuna muda, de consumo interno de las facultades; donde la agitación no es amplificada por un movimiento real de militancia y lucha que le de cuerpo a las ideas, sino que se convierten en una escuela de diplomacia y procuración. Un ejemplo de esto es el peligro de que agrupaciones de izquierda, como la UJS/PO, que hasta ahora vienen siendo parte del Frente de Izquierda en la Facultad de Ciencias Políticas (y lo serán en la Facultad de Filosofía y Letras) de la UNCuyo, decidan romper este frente en la capital política del movimiento estudiantil mendocino, para ir a uno con la izquierda de las cacerolas y el reclamo gendarme (Cepa/Mst).  Esta orientación se ha repetido en varias facultades del país, en pos de sostener cargos más que un movimiento militante y combativo.

Esta imagen distorsionada del rol de una izquierda aparentemente confinada a los márgenes de la agitación política electoral, político/inmediatista o sindical, sin pensar que la única forma de echar raíces en el subsuelo de la clase obrera y la juventud explotada y oprimida es removiendo la tierra con el desarrollo de una organización acorde a las nuevas fronteras de su política (amplificadas exponencialmente, por el desgaste del kirchnerismo) y no a las de las formas heredadas de las sociedades de propaganda que fuimos. Una izquierda clasista que reúna “apenas” unas pocas decenas de miles de militantes no sólo sindicales y estudiantiles, sino también con poderosas columnas de jóvenes y mujeres obreras precarizadas; que dirija unas pocas decenas de seccionales sindicales y centro de estudiantes, sólo algunos centenares de comisiones internas y cuerpos de delegados sería un factor ya no sólo gravitante y objetivo sobre la política nacional; sino decisivo de la misma ante un cambio brusco, no ya la coyuntura (como estamos acostumbrados…) sino de la situación, o sea cuando los monopolios decidan avanzar sobre las pocas conquistas obreras o -algo para nada descartable- los obreros enfrenten la degradación de las mismas poniendo en las calles no sólo su peso social, sino su impronta política. En esa escala es que la izquierda debe medirse frente al curso contradictorio de los acontecimientos.

La realidad provincial y la lucha por un partido de la clase trabajadora

Cabe preguntarse entonces sobre qué fenómenos políticos concretos podemos desarrollar agrupaciones, movimiento o corrientes que multipliquen la militancia para dar pasos efectivos en el desarrollo de una izquierda orgánica de la clase trabajadora y la juventud explotada y oprimida, en una provincia “hostil” como Mendoza donde prima coyunturalemente la pasividad del movimiento obrero y estudiantil, y las iniciativas políticas conservadoras tanto del gobierno provincial y su campaña por la reforma de la constitución, como las de la oposición de la Ley Petri y el pedido de derogación del aborto no punible para las violaciones del código penal. Pero, la provincia donde una fuerte oposición social -desarrollada por la movilización de las asambleas por el agua- impidió hasta ahora la entrada de la megaminería metalífera en la provincia, donde los estatales derrotaron con huelgas duras el techo salarial del gobierno, y donde 50mil docentes llevaron adelante tres paros en el año con un acatamiento de entre el 85 y el 90%; donde el FIT tuvo unos treinta mil votantes, y la oposición antiburocrática del Sute logró hace dos años unos 2mil votos y probablemente el año que viene supere ese número y dispute seccionales departamentales a la burocracia celeste.

El debate abierto y los acuerdos madurados en la Marrón del Sute, la más fuerte y arraigada oposición antiburocrática de nuestra provincia, sobre la importancia de batallar por un política de independencia de clase frente a los cacerolazos y la influencia derechista difundida por las clases medias en la docencia; es un expresión del estado deliberativo que esta dinámica contradictoria (de disidencias con el kirchnerismo por izquierda y derecha) ha generado en las Escuelas, y dónde se nos interpela cotidianamente a los marrones sobre qué posición tenemos sobre éstos problemas políticos que cruzan directamente a las comunidades educativas. Y que, unido al acelerado desgaste de la burocracia yaskista, abre un enorme espacio para el desarrollo de una corriente antiburocrática y clasista en el gremio (y probablemente más allá de él, hacia sectores estatales o profesionales como los periodistas, docentes universitarios, etc.), en la que los que luchamos por un partido revolucionario de la clase trabajadora tenemos la posibilidad de explicar nuestras ideas cotidianamente porque están indisolublemente ligadas a cada uno de estos problemas que superan ampliamente el corporativismo que primó en los últimos años.

En las facultades la creciente polarización política de las clases medias en esta coyuntura, hace más hostil el crecimiento del kirchernismo en la universidad que puede perder llegar a perder la federación frente al avance de la Franja (entre los sectores más despolitizados a quiénes sólo les interesa la gestión de las becas y las fotocopias), y entre los estudiantes politizados abre un espacio para una tercera posición mayor incluso a la que tuvimos en el 2008 la izquierda “Ni K ni Campo”, por el desgaste por un lado del kirchnerismo pejotista (la Walsh y cia) y colateral (la Soriano y cia), y la ausencia de fuertes agrupaciones “independientes” que “apoyen lo bueno y critiquen los malo” del gobierno; y por el otro por el rechazo que causa la orientación cada vez gorila que van tomando las corrientes del FAP y lo poco que queda de Proyecto Sur por fuera de él. La izquierda tiene en la UNCuyo quizá una oportunidad histórica para hacer una gran corriente militante

Las mujeres sufren no sólo las peores condiciones laborales, de hacinamiento y de una salud pública desastrosa; sino también la agresividad cotidiana de los políticos provinciales del oficialismo del “pro vida” Paco Pérez y la oposición de Vilches y cia, que no sólo niegan el aborto no punible que ordena garantizar mediante protocolos sanitarios la Corte Suprema de Justicia, sino que también aprovechan la oportunidad para decir que “si las mujeres quieren decidir sobre su propio cuerpo, se hagan una cirugía estética”, buscando crear el peor clima de desprecio y maltrato social para aquellas mujeres que no desean que sobre sus cuerpos, sus vidas y sus almas decidan otros. A lo que debemos sumar la realidad de las redes de trata en nuestra provincial que el caso de Johana Chacón, y la ejemplar lucha de sus maestras de Lavalle, están terminando de poner en el tapete. Tanto en las estudiantes como entre las jóvenes trabajadoras, entre las compañeras de la educación y la salud, se puede desarrollar la idea de poner en pie una campaña permanente por los derechos de la mujer trabajadora y sus hijas.

Finalmente, también vemos síntomas de recomposición de los trabajadores industriales donde los jóvenes ya no son una minoría. A pesar de sufrir los despidos de activistas, como ocurrió en importantes empresas del gremio de la alimentación y vitivinícolas, donde la base había llegado a marchado contra el acuerdo salarial la burocracia del sindicato en un caso, y en el otro, habían osado parar la planta contra la velocidad inhumana que la patronal le daba a las máquinas para aumentar la producción. Ya en industria de la madera la firmeza de la base junto a nuevos delegados acaban de obligar a una importante empresa a dar marcha atrás con el plan de hacerlos trabajar los fines de semana por el mismo salario por que se iban al paro (iba a ser el primero en años) a pesar de los aprietes “uno por uno” que la empresa hizo a los compañeros que se no entienden cómo se niegan a entregarle los fines de semana a la patronal. Organizarse para evitar que sigan despidiendo a los que se ponen a la cabeza de estos reclamos, para extenderse a otras empresas y recuperar los sindicatos en manos de burocracias asociadas con las patronales, es una tarea que también está en nuestras manos.

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