sábado, 17 de agosto de 2013

Graciela Cousinet y su reseña sobre el trotskismo

Por Eva Baez y Paul Lecea

Graciela Cousinet ha escrito una reivindicación de Trotsky destacable (aún cuando incurre en errores conceptuales y biográficos que no abordaremos en el esta respuesta)que contrasta con las interpretaciones políticas que extrae para el trotskismo en la Argentina y en la provincia. La operación de la decana de la Facultad de Ciencias Políticas de la Uncuyo es conocida: oponer los alumnos al maestro.

Para Cousinet, los 75mil mendocinos que vieron este domingo en el Frente de Izquierda, cuyos partidos que lo componen son de inspiración trotskista, votaron  “a un movimiento de clase media universitaria”, salvo “excepciones muy puntuales”, cuya propuesta programática  “es similar a la de los partidos que se sitúan en el espacio de la centro-izquierda.”. La verdad es que esta versión es equivocada hasta el hartazgo. Cousinet sigue en esto el camino de analistas como Marcelo Padilla, y muchos otros periodistas que tratan de explicarse el triunfo del FIT en las urnas por un voto “bronca” o “de clase media”, cuyos efectos ayuda a crear una izquierda ahora supuestamente “elogiada” por los medios de comunicación hegemónicos.
 Los términos del debate parecen estar bastante precisos: es necesario explicar el resultado electoral de la izquierda, pero sembrando la mayor cantidad de dudas posible de que el proceso de ruptura de masas que se vive con el kirchnerismo (lo que ella supo definir correctamente en su análisis electoral como crisis del peronismo), esté siendo capitalizado por  izquierda por el FIT. A propósito de esta crisis, Daniel James, autor del libro Resistencia e integración, el peronismo y la clase trabajadora en la Argentina, plantea, en el último número de la Revista Ideas de Izquierda, que el kirchnerismo no pudo renovar una corriente de militancia peronista en el movimiento obrero y que hoy “los que se oponen a la burocracia sindical peronista históricamente de derecha, no son los montoneros, sino la izquierda”.

Las luchas sociales, en las que la izquierda ha tenido una gran presencia durante los últimos años, también explica aquello que Cousinet expone jocosamente como un dato “de la jerga”: lo que es “troskear”. Lo que sucede es que la cultura política de la izquierda durante el último período se ha constituido por oposición a la opción posibilista en la que cayeron los partidos tradicionales, incluyendo el que ella representa. La presencia en la lucha de los trabajadores ha contribuido a una reactualización de las premisas bajo las cuales buscó el trotskismo fundar su proyecto político. Por eso se equivoca Cousinet en exponer al trotskismo de un modo extemporáneo, como si el mayor mérito de los trotskistas estuviese en rezar, no se sabe en nombre de qué creencias metafísicas, mejor que otros que, como Cousinet, hacen culto del eclecticismo teórico. Como ejemplo, el trotskismo fue el primer partido en la historia de Mendoza que llevó de candidato a un peón rural (José Soto), protagonista de la lucha de los trabajadores ajeros contra el trabajo esclavo y la explotación infantil, algo dejado totalmente de lado por los partidos “de la Mendoza conservadora” (¿verá en esto G.C. algún sesgo “de clase media”?). Mientras tanto, su partido integraba la lista del FAP que candidateó a Luis Leiva, quien colaboró con la fuga del genocida Otilio Romano. Ha estado también en la agenda del trotskismo la lucha por los derechos de las mujeres, haciendo notar, no desde esta histórica elección, sino desde 2009, cuando nuestra candidata Jazmín Jiménez centró su campaña en terminar con las muertes de mujeres por abortos clandestinos (mientras que el gobierno de Cobos le negó el derecho al aborto no punible a niñas de 12 y 13 años que habían sido violadas). Además el trotskismo es parte de las luchas docentes, estatales, de choferes, ambientales, industriales, etc. Es conocida la presencia del Frente de Izquierda, y en particular del PTS en las luchas de los trabajadores del SUBTE de Buenos Aires (Claudio Dellecarbonara), Zanón en Neuquén (Raúl Godoy, Diputado Ceramista del FIT en Neuquén), de la Alimentación (Hermosilla, del PTS, perseguido por el “Proyecto X”) y cientos y cientos de casos más entre los que quisiéramos nombrar a Alejandro Vilca, recolector de residuos y candidato que ubico al FIT como cuarta fuerza en Jujuy y a Hernán Puddu, obrero despedido de la automotriz Iveco y perseguido por la burocracia del SMATA.

¿A qué viene toda esta “mistificación”, del trotskismo? ¿Cuál es la intención de presentarlo como una secta de culto? ¿No será para esconder que en la Facultad de la que es decana, no hay una sola cátedra que tenga un capítulo de León Trotsky entre su bibliografía? ¿Será por estos mismos prejuicios, que a toda la política y la intelectualidad local le ha caído un balde de agua fría que “la secta de los trotskos” logre una adhesión de 76.328 votantes?

León Trotsky fue un dirigente revolucionario, cuyo legado puede encontrarse en la reactualización de las luchas que dan los trabajadores y los pueblos en el mundo entero. El trotskismo tiene mucho para decir acerca de la realidad viva y hace rato que lo está haciendo, estas elecciones así lo demuestran. Las masacres en Egipto o los fenómenos políticos de América Latina pueden ser encarados desde los textos de Trotsky en clave actual, buscando reactualizarse para ser un pensamiento en acción, por supuesto, siempre que se huya de las lecturas recitativas o de las revisiones que se contradicen con la historia. El PTS es el único partido que se abocó a esta labor, desde la década del ´90, poniendo en pie el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky”. De la misma manera, en Mendoza inauguramos, pocos días antes de las elecciones, la Biblioteca Karl Marx, donde está, a disposición de todos los mendocinos, la obra de León Trotsky, que prácticamente no se consigue en ninguna biblioteca ni librería de la provincia. También hemos impulsado numerosos debates, charlas y cátedras en la Universidad de Cuyo, donde la misma Graciela Cousinet ha participado. Cabe preguntarse, ¿impulsará Cousinet incorporar el estudio (crítico por supuesto) de Trotsky en las cátedras de la Facultad de la que es decana o seguirá opinando desde su torre de marfil?

Para no extendernos, quisiéramos referirnos de manera breve a algunas verdaderas “chicanas universitarias” en las que incurre Cousinet. Ella afirma que esta corriente se subdividió constantemente y no pudo ponerse de acuerdo respecto a casi ningún tema, buscando con esto ridiculizar los importantes debates que atraviesan al trotskismo en la historia argentina, como a cualquier corriente teórico-política que no se erija como un “dogma religioso” sino que busque las vías para intervenir en la realidad. Curiosa intención, sobre todo si tenemos en cuenta que años atrás estos debates, como el de Ramos y Peña fueron parte de la bibliografía de la cátedra de Sociología Política que ella misma dictaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Un debate apasionante en el cual Peña defiende las ideas del trotskismo de la independencia de clase que debe levantar la clase trabajadora frente a la burguesía nacional y los gobiernos como el de Perón, frente a un Ramos que rompe con el marxismo y se hace peronista (para hacerse neoliberal después). O la discusión entre Moreno y Santucho cuando este último cuestionaba la centralidad de la clase obrera industrial en la revolución y  llamaba a organizar una guerrilla en el norte argentino, ya que preveía que el proletariado azucarero más explotado sería protagonista de la insurrección, un pronóstico que se demostró equivocado con el Cordobazo en 1969, que abrió una etapa de insubordinación obrera y popular en Argentina que no logró ser contenida por el regreso de Perón y tuvo que ser aplastada por la burguesía con la dictadura del `76. Resulta cuanto menos bizarro que minimice los importantes debates en el seno de la izquierda una referente de un movimiento que rompió sucesivamente con el radicalismo, el kirchnerismo, Proyecto Sur y el FAP y en las PASO integró la lista de Julio Cobos; dudamos de que exista en todas estas “rupturas” alguna reflexión estratégica y que no respondan más bien al liso y llano oportunismo. De aquí que para Cousinet la época en que los líderes de masas eran también intelectuales haya pasado, ya que para ella, “las verdades de la teoría” no son iguales a “las verdades de la práctica”.

Los intelectuales “progres” como Padilla y Cousinet, hablan sobre el trotskismo ahora que emerge en la escena política. Se preguntan “¿qué es el trotskismo?” “¿quién vota a la izquierda trotskista?” Asistimos a un “redescubrimiento” y renovado interés por nuestras ideas. Esto desmiente por sí solo la afirmación de Cousinet de que “de toda la izquierda de los sesenta y setenta son [los trotskistas] los únicos que han permanecido sin cambios sosteniendo los dogmas marxistas como verdades intocables y absolutamente inamovibles”. Por el contrario, la actualización del programa de Trotsky nos permitió a los trotskistas del PTS intervenir en la lucha de la fábrica Zanon tras la crisis de 2001, y su gestión bajo control de los trabajadores anda ya por los 11 años; se ha convertido en un símbolo internacional de resistencia obrera frente a la crisis capitalista.

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