Por Jazmín Jimenez
En los últimos años comenzamos a observar la decadencia
del neoliberalismo y con él la de sus ideologías y teorías posmodernas, que con
respecto a la sociedad proclamaron el fin de la historia, el ya no mas de las
revoluciones, la no existencia de un sujeto revolucionario… y en el terreno del
arte una visión autosuficiente en donde supuestamente, este, nada tiene que ver
con el mundo real y con la vida. Walter Benjamin con la aparición de la
industria cultural, explicaba que “La
índole original del ensamblamiento de la obra de arte en el contexto de la
tradición (griegos) encontró su expresión en el culto. Las obras artísticas más
antiguas sabemos que surgieron al servicio de un ritual primero mágico, luego
religioso… el valor único de la auténtica obra artística se funda en el ritual
en el que tuvo su primer y original valor útil… Al irrumpir el primer medio de
reproducción de veras revolucionario, a saber la fotografía, el arte sintió la
proximidad de la crisis y reaccionó con la teoría de “l´artpourl´art”, esto es
con la teología del arte. De ella procedió ulteriormente ni más ni menos que
una teología negativa en figura de la idea de un “arte puro” que rechaza no
sólo cualquier función social, sino además toda determinación por medio de un
contenido objetual… por primera vez en la historia universal, la
reproductiblidad técnica emancipa a la obra artística de su existencia parasitaria
en un ritual… en el mismo instante en que la norma de la autenticidad fracasa
en la producción artística, se trastorna la función íntegra del arte. En lugar
de su fundamentación en un ritual aparece su fundamentación en una praxis
distinta, a saber en la política.”[1]
Hoy cuando vemos como nuevas generaciones, en todo el
mundo desde el Magreb hasta Europa, desde Estados Unidos hasta Chile retoman
las ideas de generaciones anteriores, particularmente de aquella que durante
fines de los 60 y principios de los 70 protagonizó el Mayo Francés, se movilizó
contra la guerra de Vietnam, quiso construir un hombre nuevo a raíz de la Revolución Cubana ,
marchó codo a codo con los trabajadores en el Cordobazo, puso en pié Cordones
Industriales en Chile. Una generación que quiso eliminar la explotación del
hombre por el hombre y que la imaginación llegase al poder poniendo en pie un
sistema de abundancia material, de nuevas relaciones honestas y profundas entre
los hombres que permitiese el libre desarrollo del arte y la cultura. Hoy una
nueva generación en distintas partes del mundo retoma esas banderas que tienden
a
“Volver
antes de que el olvido
pueda
llevarse con su ventarrón
miradas,
nombres,
pequeños
sucesos que entibiaron
y
regresar para afirmar
que
todo aquello
tuvo
sentido de botella al mar
que
llega a ser leída en otra orilla.”[2]
Nosotros encontramos en otra orilla del tiempo esa
botella tirada al mar, y tal como aquellos jóvenes de apenas dos décadas de
vida nos proponemos trastocar las bases del mundo para hacerlos inmortales.
Nuestra fuerza proviene de ese/a muchacho/a que
“A
esta hora tenías veinte años
y
la densidad de toda tu tierra
era
brasa de un roquerío
donde
las olas de otro modo
esculpían
la canción,
letra
y música de quienes
son
pedernales en la memoria…
…A
esta hora eras inmortal
ante
lo cobarde, lo criminal,
el
innombrable signo devastador,
lo
desesperado, la locura,
el
mandato de lo perdido.”[3]
Muchas veces a lo largo de la historia quisieron imponer
el discurso del arte por el arte, encerrado en una torre de marfil por fuera
del mundanal ruido de la sociedad. Frente a cada convulsión social resurge la
discusión sobre el rol del artista. Trotsky en medio de la Revolución Rusa
escribía que “Tratar de que el arte se libere de la vida,
proclamarlo técnica autosuficiente, es desvitalizarlo y matarlo. La necesidad
misma de una operación semejante es un síntoma inconfundible de decadencia
intelectual.” Y manifestaba que el arte no
puede ser indiferente
a las convulsiones de su época. Son los hombres y mujeres los que preparan los
acontecimientos, los que los realizan, y los acontecimientos a su vez actúan sobre
los hombres y los cambian. Y el arte refleja, de forma directa o indirecta, la
vida de los hombres que realizan o viven los acontecimientos. Si la naturaleza,
el amor o la amistad no estuvieran ligados al espíritu social de una época, la
poesía lírica habría dejado de existir hace mucho tiempo.[4]
“La
palabra debe sorprender,
alborotar,
escarbar, machetear.
Así
la dormidera se despeña
y
la voluntad saborea fogatas
en
los dominios claros de lo humano,
persiguiendo
la aventura de ser calandria.”[5]
Los que cada día vivimos en función de dar vuelta las
bases de la sociedad queremos a nuestro lado poetas que, como Nora, tengan la
habilidad para pintar con sus palabras profundamente la realidad social. En su
libro encontramos versos con el ritmo necesario para expresar los sentimientos,
los pensamientos, los estados de animo, los puntos de vista y las esperanzas de
nuestra época, les da resonancia, amplifica el volumen del pensamiento gracias
a la acumulación de una experiencia que trasciende la escala personal. Nora encontró
el material de su creación artística en su medio social y transmite los nuevos
impulsos de la vida a través de su propia conciencia artística, sabe
“Cómo
encontrar las palabras
que
puedan darle aire puro
a
toda esta historia
de
emociones y horizonte.”[6]
La
mayoría de los artistas en los períodos de “paz”, explicaba Trotsky, dibujan la
vida tal cual la encuentran, coloreando su actitud respecto a ella con una
especie de lirismo. Consideran sus bases como inmutables y no la abordan con
más espíritu crítico que el que manifiestan ante el sistema solar. Este
conservadurismo pasivo constituye el eje invisible de la obra de muchos de
ellos[7]. Y si bien, como escribía Lenin, “vivir en una sociedad y no depender de ella
es imposible. La libertad del escritor burgués, del artista, de la actriz, no
es más que una dependencia disfrazada, dependencia respecto al corruptor y
respecto al empresario. Y nosotros, socialistas, desenmascaramos esta hipocresía,
arrancamos las falsas etiquetas no para obtener una libertad y un arte fuera de
las clases (esto es sólo posible en la sociedad socialista sin clases) sino
para oponer a una literatura pretendidamente libre, y de hecho ligada a la
burguesía, una literatura realmente libre, abiertamente ligada
al proletariado”.[8]
Y en estos tiempos junto con los oprimidos…
“Debemos alentar la relojería
que acerca al tiempo de los partos,
al volcán de absoluta creación
y provocar vivificantes nidadas,
brújulas que rastreen desobediencias
cuando descuartizan condenas.”[9]
Las viejas vanguardias artísticas llamaron a unir
arte y vida, sacaron el arte de los museos y lo llevaron a las calles, buscaron
empalmar con los cambios sociales y políticos que vivían y a la vez revolucionar también el arte innovando en las
formas. Nora es una poeta de barricada, es una poeta que sin perder el lirismo
en sus versos logra reflejar la realidad de los oprimidos de su época, lleva su
poesía a las calles, a los cortes, a la exigencia de justicia por todos
aquellos jóvenes de su generación desaparecidos y amplifica en sus letras las
ideas que ellos enarbolaron. Benjamin decía que la
clase obrera debe alimentarse de los antecesores esclavizados más aun que del
ideal de los descendientes liberados... Y siguiendo con él podemos decir que: Existe, en los poemas de Nora, una
cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra.[10]
Ya que como ella escribe…
“No perdimos los pájaros, no,
en los bastidores de las calles, de los barrios,
la rebeldía con herrumbre de tango
fue vértice de quienes evocaron la presencia
tantas veces espantada por los prepotentes,
la presencia de aquellos otros pájaros.
Otra vez treinta mil perfiles rejuvenecieron,
allí lúcidas y dolientes lealtades
recobraron las crines de la razón
y a ellas se sujetaron
empuñando al firmamento.
…
No perdimos los pájaros, no,
ellos están silbando en los matorrales
de la memoria.”[11]
A
principio de siglo, frente a la Primera Guerra Mundial los dadaístas escribían en
su manifiesto que su arte era una insurrección contra “un mundo dejado en manos de unos
bandidos que desgarran y destruyen los siglos”[12].
Tzara decía que para toda aquella generación que “sufrió en carne propia de la adolescencia pura y abierta a la vida,
viendo alrededor de ella la verdad pisoteada, vestida con los oropeles de la
vanidad o la bajeza de los intereses de clase, aquella guerra no fue la nuestra”[13]. Lo que caracterizó a
aquellos jóvenes fue su deseo de vivir todas las posibilidades de una realidad
de la cual hasta ese momento sólo habían visto el lodo de las trincheras. Su
común denominador, decía Bejamin Peret,
será aquella sed de lo maravilloso, un maravilloso que “está por doquier, siempre, en todos los instantes. (Lo maravilloso)
es, tendría que ser, la vida misma, siempre que no se transforme
deliberadamente esta vida en algo sórdido como se ingenia en hacerlo esta
sociedad con su escuela, su religión, sus tribunales, sus guerras, sus
ocupaciones y liberaciones, sus campos de concentración y su horrible miseria
material e intelectual”[14].
“Tal vez por ello
la escritura requiera
descifrar el filo de
lo inenarrable
para inventar
desde el faro tutelar
del corazón,
aquello que es porfía
desde los orígenes
de esa otra voz
imprevisible,
que acecha,
oxida,
imanta
y extravía,
que es propia
en el oráculo
cotidiano
de nuestra sangre
y es de todos.”[15]
Desde los futuristas hasta
las surrealistas se identificaron con su época e intentaron marcarla con sus
obras y sus vidas. Quisieron bajar a la poesía de su torre de marfil, ligarla a
la vez con el conocimiento y con la acción, rehusaron la seguridad de los
sistemas preestablecidos. Buscaban una profunda liberación del espíritu.
Alzaban la imaginación y el inconformismo contra el imperio de la religión y la
moral burguesa. André Breton en el manifiesto surrealista escribía “Únicamente la palabra libertad tiene el poder de
exaltarme. Me parece justo y bueno mantener indefinidamente este viejo
fanatismo humano. Sin duda alguna, se basa en mi única aspiración legítima.
Pese a tantas y tantas desgracias como hemos heredado, es preciso reconocer que
se nos ha legado una libertad
espiritual suma. A nosotros corresponde utilizarla sabiamente. Reducir
la imaginación a la esclavitud, cuando a pesar de todo quedará esclavizada en
virtud de aquello que con grosero criterio se denomina felicidad, es despojar a
cuanto uno encuentra en lo más hondo de sí mismo del derecho a la suprema
justicia. Tan sólo la imaginación me
permite llegar a saber lo que puede llegar a ser, y esto basta para mitigar un
poco su terrible condena; y esto basta también para que me abandone a ella, sin
miedo al engaño (como si pudiéramos engañarnos todavía más)...”[16]
Por ello nosotros
“Huiremos en un globo
aerostático
hacia la nodriza del
valor
y el obsequio de su
calma nos mudará el plumaje.
Nuestro ánimo dejará
caer las bolsas de la quietud.
Una pensativa
fragancia de libertad
extraviará al hastío
de no volar.”[17]
En
el camino de liberar a la humanidad de todo tipo de opresión y explotación,
queremos una poesía que sea a la vez un martillo, que trasforme, tanto como un
espejo que refleje las contradicciones y las luchas de la época. Nosotras como
mujeres que aspiramos a una sociedad socialista
“Parimos agujeros
así como relámpagos
para propiciar
revoluciones.”[18]
y
como Trotsky dijo frente a la muerte de el gran poeta Sergio Esenin “La
revolución, ante todo, conquistará en dura lucha para cada individuo no sólo el
derecho al pan sino también el derecho a la poesía.”[19]
Jazmín Jimenez
[1] BENJAMÍN, Walter, “La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica”.
[2] BRUCCOLERI, Nora “Volver” en “Manuscrito de los desterrados”.
[3] BRUCCOLERI, Nora, “Con otro nombre” en op. cit.
[4] TROTSKY, Leon, “Literatura y revolución”.
[5] BRUCCOLERI, Nora, “La palabra” en op. cit.
[6] BRUCCOLERI, Nora, “Volver” en op. cit.
[7] TROTSKY, Leon, op.cit.
[8] LENIN, Ilich, “Obras Completas”.
[9] BRUCCOLERI Nora, “Brújulas” en op. cit.
[10] BENJAMÍN, Walter, “Tesis de Filosofía de la Historia ”.
[11] BRUCCOLERI, Nora, “No perdimos los pájaros”
en op. cit.
[12] TZARA, Tristan “Manifiesto Dadá”.
[13] TZARA, Tristan, “Le surréalisme et
l’après-guerre” (Conferencia de marzo de 1947).
[14] PÉRET, Benjamin, “La parole est à Péret”.
[15] BRUCCOLERI, Nora “Nuestra letra” en Op.
cit.
[16] BRETON, André, “Primer Manifiesto del
Surrealismo”.
[17] BRUCCOLERI, Nora, “Extravío” en op.
cit.
[18] BRUCCOLERI, Nora, “Mujeres mariposas”
en op. cit.
[19] TROTSKY, León, “En Memoria de Sergio Esenin”.
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