miércoles, 2 de mayo de 2012

Apuntes sobre "Manuscritos de los desterrados"


Por Jazmín Jimenez

En los últimos años comenzamos a observar la decadencia del neoliberalismo y con él la de sus ideologías y teorías posmodernas, que con respecto a la sociedad proclamaron el fin de la historia, el ya no mas de las revoluciones, la no existencia de un sujeto revolucionario… y en el terreno del arte una visión autosuficiente en donde supuestamente, este, nada tiene que ver con el mundo real y con la vida. Walter Benjamin con la aparición de la industria cultural, explicaba que “La índole original del ensamblamiento de la obra de arte en el contexto de la tradición (griegos) encontró su expresión en el culto. Las obras artísticas más antiguas sabemos que surgieron al servicio de un ritual primero mágico, luego religioso… el valor único de la auténtica obra artística se funda en el ritual en el que tuvo su primer y original valor útil… Al irrumpir el primer medio de reproducción de veras revolucionario, a saber la fotografía, el arte sintió la proximidad de la crisis y reaccionó con la teoría de “l´artpourl´art”, esto es con la teología del arte. De ella procedió ulteriormente ni más ni menos que una teología negativa en figura de la idea de un “arte puro” que rechaza no sólo cualquier función social, sino además toda determinación por medio de un contenido objetual… por primera vez en la historia universal, la reproductiblidad técnica emancipa a la obra artística de su existencia parasitaria en un ritual… en el mismo instante en que la norma de la autenticidad fracasa en la producción artística, se trastorna la función íntegra del arte. En lugar de su fundamentación en un ritual aparece su fundamentación en una praxis distinta, a saber en la política.[1]

Hoy cuando vemos como nuevas generaciones, en todo el mundo desde el Magreb hasta Europa, desde Estados Unidos hasta Chile retoman las ideas de generaciones anteriores, particularmente de aquella que durante fines de los 60 y principios de los 70 protagonizó el Mayo Francés, se movilizó contra la guerra de Vietnam, quiso construir un hombre nuevo a raíz de la Revolución Cubana, marchó codo a codo con los trabajadores en el Cordobazo, puso en pié Cordones Industriales en Chile. Una generación que quiso eliminar la explotación del hombre por el hombre y que la imaginación llegase al poder poniendo en pie un sistema de abundancia material, de nuevas relaciones honestas y profundas entre los hombres que permitiese el libre desarrollo del arte y la cultura. Hoy una nueva generación en distintas partes del mundo retoma esas banderas que tienden a  

“Volver antes de que el olvido
pueda llevarse con su ventarrón
miradas, nombres,
pequeños sucesos que entibiaron
y regresar para afirmar
que todo aquello
tuvo sentido de botella al mar
que llega a ser leída en otra orilla.”[2]

Nosotros encontramos en otra orilla del tiempo esa botella tirada al mar, y tal como aquellos jóvenes de apenas dos décadas de vida nos proponemos trastocar las bases del mundo para hacerlos inmortales. Nuestra fuerza proviene de ese/a muchacho/a que

“A esta hora tenías veinte años
y la densidad de toda tu tierra
era brasa de un roquerío
donde las olas de otro modo
esculpían la canción,
letra y música de quienes
son pedernales en la memoria…
…A esta hora eras inmortal
ante lo cobarde, lo criminal,
el innombrable signo devastador,
lo desesperado, la locura,
el mandato de lo perdido.”[3]

Muchas veces a lo largo de la historia quisieron imponer el discurso del arte por el arte, encerrado en una torre de marfil por fuera del mundanal ruido de la sociedad. Frente a cada convulsión social resurge la discusión sobre el rol del artista. Trotsky en medio de la Revolución Rusa escribía que  “Tratar de que el arte se libere de la vida, proclamarlo técnica autosuficiente, es desvitalizarlo y matarlo. La necesidad misma de una operación semejante es un síntoma inconfundible de decadencia intelectual.” Y manifestaba que el arte no puede ser indiferente a las convulsiones de su época. Son los hombres y mujeres los que preparan los acontecimientos, los que los realizan, y los acontecimientos a su vez actúan sobre los hombres y los cambian. Y el arte refleja, de forma directa o indirecta, la vida de los hombres que realizan o viven los acontecimientos. Si la naturaleza, el amor o la amistad no estuvieran ligados al espíritu social de una época, la poesía lírica habría dejado de existir hace mucho tiempo.[4]

“La palabra debe sorprender,
alborotar, escarbar, machetear.
Así la dormidera se despeña
y la voluntad saborea fogatas
en los dominios claros de lo humano,
persiguiendo la aventura de ser calandria.”[5]

Los que cada día vivimos en función de dar vuelta las bases de la sociedad queremos a nuestro lado poetas que, como Nora, tengan la habilidad para pintar con sus palabras profundamente la realidad social. En su libro encontramos versos con el ritmo necesario para expresar los sentimientos, los pensamientos, los estados de animo, los puntos de vista y las esperanzas de nuestra época, les da resonancia, amplifica el volumen del pensamiento gracias a la acumulación de una experiencia que trasciende la escala personal. Nora encontró el material de su creación artística en su medio social y transmite los nuevos impulsos de la vida a través de su propia conciencia artística, sabe

“Cómo encontrar las palabras
que puedan darle aire puro
a toda esta historia
de emociones y horizonte.”[6]

La mayoría de los artistas en los períodos de “paz”, explicaba Trotsky, dibujan la vida tal cual la encuentran, coloreando su actitud respecto a ella con una especie de lirismo. Consideran sus bases como inmutables y no la abordan con más espíritu crítico que el que manifiestan ante el sistema solar. Este conservadurismo pasivo constituye el eje invisible de la obra de muchos de ellos[7]. Y si bien, como escribía Lenin, “vivir en una sociedad y no depender de ella es imposible. La libertad del escritor burgués, del artista, de la actriz, no es más que una dependencia disfrazada, dependencia respecto al corruptor y respecto al empresario. Y nosotros, socialistas, desenmascaramos esta hipocresía, arrancamos las falsas etiquetas no para obtener una libertad y un arte fuera de las clases (esto es sólo posible en la sociedad socialista sin clases) sino para oponer a una literatura pretendidamente libre, y de hecho ligada a la burguesía, una literatura realmente libre, abiertamente ligada al proletariado”.[8] Y en estos tiempos junto con los oprimidos…

“Debemos alentar la relojería
que acerca al tiempo de los partos,
al volcán de absoluta creación
y provocar vivificantes nidadas,
brújulas que rastreen desobediencias
cuando descuartizan condenas.”[9]

Las viejas vanguardias artísticas llamaron a unir arte y vida, sacaron el arte de los museos y lo llevaron a las calles, buscaron empalmar con los cambios sociales y políticos que vivían y a la vez revolucionar también el arte innovando en las formas. Nora es una poeta de barricada, es una poeta que sin perder el lirismo en sus versos logra reflejar la realidad de los oprimidos de su época, lleva su poesía a las calles, a los cortes, a la exigencia de justicia por todos aquellos jóvenes de su generación desaparecidos y amplifica en sus letras las ideas que ellos enarbolaron. Benjamin decía que la clase obrera debe alimentarse de los antecesores esclavizados más aun que del ideal de los descendientes liberados... Y siguiendo con él podemos decir que: Existe, en los poemas de Nora,  una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra.[10] Ya que como ella escribe…

“No perdimos los pájaros, no,
en los bastidores de las calles, de los barrios,
la rebeldía con herrumbre de tango
fue vértice de quienes evocaron la presencia
tantas veces espantada por los prepotentes,
la presencia de aquellos otros pájaros.
Otra vez treinta mil perfiles rejuvenecieron,
allí lúcidas y dolientes lealtades
recobraron las crines de la razón
y a ellas se sujetaron
empuñando al firmamento.
No perdimos los pájaros, no,
ellos están silbando en los matorrales
de la memoria.”[11]

A principio de siglo, frente a la Primera Guerra Mundial los dadaístas escribían en su manifiesto que su arte era una insurrección contra “un mundo dejado en manos de unos bandidos que desgarran y destruyen los siglos”[12]. Tzara decía que para toda aquella generación que “sufrió en carne propia de la adolescencia pura y abierta a la vida, viendo alrededor de ella la verdad pisoteada, vestida con los oropeles de la vanidad o la bajeza de los intereses de clase, aquella guerra no fue la nuestra”[13]. Lo que caracterizó a aquellos jóvenes fue su deseo de vivir todas las posibilidades de una realidad de la cual hasta ese momento sólo habían visto el lodo de las trincheras. Su común denominador, decía Bejamin Peret, será aquella sed de lo maravilloso, un maravilloso que “está por doquier, siempre, en todos los instantes. (Lo maravilloso) es, tendría que ser, la vida misma, siempre que no se transforme deliberadamente esta vida en algo sórdido como se ingenia en hacerlo esta sociedad con su escuela, su religión, sus tribunales, sus guerras, sus ocupaciones y liberaciones, sus campos de concentración y su horrible miseria material e intelectual”[14].

“Tal vez por ello
la escritura requiera
descifrar el filo de lo inenarrable
para inventar
desde el faro tutelar del corazón,
aquello que es porfía
desde los orígenes
de esa otra voz imprevisible,
que acecha,
oxida,
imanta
y extravía,
que es propia
en el oráculo cotidiano
de nuestra sangre
y es de todos.”[15]

Desde los futuristas hasta las surrealistas se identificaron con su época e intentaron marcarla con sus obras y sus vidas. Quisieron bajar a la poesía de su torre de marfil, ligarla a la vez con el conocimiento y con la acción, rehusaron la seguridad de los sistemas preestablecidos. Buscaban una profunda liberación del espíritu. Alzaban la imaginación y el inconformismo contra el imperio de la religión y la moral burguesa. André Breton en el manifiesto surrealista escribía “Únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme. Me parece justo y bueno mantener indefinidamente este viejo fanatismo humano. Sin duda alguna, se basa en mi única aspiración legítima. Pese a tantas y tantas desgracias como hemos heredado, es preciso reconocer que se nos ha legado una libertad espiritual suma. A nosotros corresponde utilizarla sabiamente. Reducir la imaginación a la esclavitud, cuando a pesar de todo quedará esclavizada en virtud de aquello que con grosero criterio se denomina felicidad, es despojar a cuanto uno encuentra en lo más hondo de sí mismo del derecho a la suprema justicia. Tan sólo la imaginación me permite llegar a saber lo que puede llegar a ser, y esto basta para mitigar un poco su terrible condena; y esto basta también para que me abandone a ella, sin miedo al engaño (como si pudiéramos engañarnos todavía más)...[16] Por ello nosotros

“Huiremos en un globo aerostático
hacia la nodriza del valor
y el obsequio de su calma nos mudará el plumaje.
Nuestro ánimo dejará caer las bolsas de la quietud.
Una pensativa fragancia de libertad
extraviará al hastío de no volar.”[17]

En el camino de liberar a la humanidad de todo tipo de opresión y explotación, queremos una poesía que sea a la vez un martillo, que trasforme, tanto como un espejo que refleje las contradicciones y las luchas de la época. Nosotras como mujeres que aspiramos a una sociedad socialista

“Parimos agujeros
así como relámpagos
para propiciar revoluciones.”[18]

y como Trotsky dijo frente a la muerte de el gran poeta Sergio Esenin “La revolución, ante todo, conquistará en dura lucha para cada individuo no sólo el derecho al pan sino también el derecho a la poesía.”[19]


Jazmín Jimenez


[1] BENJAMÍN, Walter, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”.
[2] BRUCCOLERI, Nora “Volver” en “Manuscrito de los desterrados”.
[3] BRUCCOLERI, Nora, “Con otro nombre” en op. cit.
[4] TROTSKY, Leon, “Literatura y revolución”.
[5] BRUCCOLERI, Nora, “La palabra” en op. cit.
[6] BRUCCOLERI, Nora, “Volver” en op. cit.
[7] TROTSKY, Leon, op.cit.
[8] LENIN, Ilich, “Obras Completas”.
[9] BRUCCOLERI Nora, “Brújulas” en op. cit.
[10] BENJAMÍN, Walter, “Tesis de Filosofía de la Historia”.
[11] BRUCCOLERI, Nora, “No perdimos los pájaros” en op. cit.
[12] TZARA, Tristan “Manifiesto Dadá”.
[13] TZARA, Tristan, “Le surréalisme et l’après-guerre” (Conferencia de marzo de 1947).
[14] PÉRET, Benjamin, “La parole est à Péret”.
[15] BRUCCOLERI, Nora “Nuestra letra” en Op. cit.
[16] BRETON, André, “Primer Manifiesto del Surrealismo”.
[17] BRUCCOLERI, Nora, “Extravío” en op. cit.
[18] BRUCCOLERI, Nora, “Mujeres mariposas” en op. cit.
[19] TROTSKY, León, “En Memoria de Sergio Esenin”.

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