martes, 8 de mayo de 2012

La “expropiación” de YPF y la independencia política de los trabajadores


Por Eva Baez
El giro a derecha del gobierno después del 54% no podía pasar sin contradicciones entre  lo que expresaba el voto al “nunca menos” y los ataques, directos o indirectos, a las condiciones de vida de los trabajadores y a su propia organización sindical o política que vinieron detrás de la bandera de la “sintonía fina” de CFK. La serie de crisis políticas que se abrieron con el espionaje del Proyecto X y la Ley Antiterrorista, el escándalo de la causa Boudou , la masacre de Once, el avance de la megaminería, empezaron a enturbiar la imagen de un gobierno que no sólo se inició, sino que se fortaleció en las últimas elecciones con una agenda/discurso “progresista”. Detrás de la iniciativa gubernamental sobre YPF, está, por un lado, la necesidad de responder a la crisis energética y el desabastecimiento que causó el saqueo petrolero (del cual el kirchnerismo fue cómplice y garante), pero también, por otro lado, mantener el respaldo popular que conquistó mediante determinadas concesiones y un discurso de centroizquierda. Trotsky decía, a propósito de la nacionalización del petróleo de Cárdenas en México: “En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al prole­tariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno gira entre el capital extran­jero y el nacional, entre la relativamente débil burgue­sía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capitalismo extran­jero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el prole­tariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ga­nando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual política [del gobierno mexicano] se ubica en la segunda alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las com­pañías petroleras.” (León Trotsky, “La industria nacionalizada y la administración obrera”). Pese a que Cárdenas fue mucho más lejos en sus concesiones (fueron expropiadas 17 empresas petroleras sin indemnización) la medida de CFK expresa la necesidad de “arbitrar” entre las empresas imperialistas y la base social de su gobierno, como también, por derecha, la expresa la “sintonía fina” de ajuste y topes salariales, y la represión a todas las luchas sociales que se dan “en los bordes” del modelo.
Esta medida también tiene el objetivo de neutralizar todo lo posible a la oposición: por derecha, el PRO o el peronismo disidente fue la minoría votando en contra en Diputados, el radicalismo la apoyó, la CC votó dividida y del lado del progresismo no kirchnerista (FAP, Proyecto Sur) la ley se apoyó con “reservas” (¿no sólo las del Banco Central?). ¿Cuál debe ser la posición de la izquierda revolucionaria? ¿Y cómo la llevamos adelante?

¿Se puede expropiar YPF? “Utopía” y “realidad”

El impacto de la masacre de Once y las 51 vidas que se cobró de un solo golpe el gran negocio de la privatización del transporte, pusieron en debate, sin que fuese la intención del kirchnerismo, el problema de la nacionalización del transporte, por el vaciamiento y la desidia de las empresas privadas, y de su gestión bajo los trabajadores, por la complicidad del Estado. Las consecuencias de la desinversión de Repsol pusieron en aprietos al gobierno que se vio obligado a tener algún tipo de control sobre una parte (una pequeña parte) del petróleo argentino, siempre en el marco de la posible asociación con otros capitales privados manteniendo la estructura de Sociedad Anónima de YPF. Entonces, frente a la crisis capitalista, se actualiza el programa de los revolucionarios (trotskistas): Hay que expropiar el 100% del petróleo y el gas de las manos de las empresas imperialistas y ponerla bajo el control de los trabajadores, como planteamos desde el Frente de Izquierda en la campaña de 2011. Atrás queda el argumento de que la izquierda plantea cosas “imposibles”, “utópicas”. Es posible, y más que posible, es necesario: solamente es un problema de voluntad política. ¿Pero va a ser este gobierno, que fue cómplice de las privatizaciones de los ´90, y garantizó los negocios millonarios de las petroleras durante 8 años, el que nacionalice definitivamente el total del petróleo y el gas para dar paso a una verdadera soberanía energética? ¿Y es este gobierno el que va a destinar los recursos estratégicos a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo? Esperar una salida de fondo del gobierno kirchnerista, sí resulta completamente utópico.

Es lo que hay

Más o menos abiertamente, sectores de la izquierda que han denunciado correctamente la trampa de la “estatización”, y que (aunque no se reivindican trotskistas) reconocen la necesidad de expropiar el 100% bajo el control de los trabajadores, le dan lugar a la maniobra típica del kirchnerismo para envolver a la izquierda dentro del régimen: “es conmigo, o con la derecha, es lo que hay, o algo mucho peor” (que en este caso no se trata de Menem o Macri, sino de la política del mismo kirchnerismo durante 8 años). Estas posiciones van desde el “apoyo crítico” hasta una suerte de “acuerdo técnico” donde, previo saludo a la bandera de pronunciarnos por la expropiación del 100% del petróleo y el gas (incluso presentando nuestro propio proyecto), los revolucionarios tendríamos que votar a favor del proyecto gubernamental, para evitar ese “algo mucho peor” que sería mantener YPF en manos de Repsol, como quisiera la debilitada oposición patronal. Y votar por el sí a la indemnización de los pulpos imperialistas, ¿no es algo “mucho peor”? Esta posición se ajusta perfectamente al “cambiar algo para que nada cambie” que hay detrás de la iniciativa del gobierno, por lo que podemos suponer que al kirchnerismo no le harían mucha mella tales denuncias formales. Al contrario, ¡qué muestra de fortaleza daría si desde Menem, pasando por el progresismo sojero, hasta la izquierda revolucionaria saludaran esta iniciativa “nacional y popular”!
¿Por qué razón, sectores de la izquierda que en 2011 no integraron el Frente de Izquierda y de los Trabajadores que derrotó la proscripción del kirchnerismo, despreciando la tribuna electoral (izquierdismo o enfermedad infantil del comunismo para Lenin), ahora quisieran hacer semejante “debut” parlamentario? Podemos inferir que, además de reconocer como correcto el programa del FIT, también reconocen como correcta la voluntad de “dialogar con las masas”. Solamente faltaría articular estos dos aspectos.

Por qué diálogo de masas no es igual a oportunismo

¿En qué se basa la simpatía popular que conquistó la estatización del 51% de YPF? En el odio al saqueo de Repsol y de todas las empresas imperialistas petroleras que dejaron un tendal de desocupados en el país (recordemos que son precisamente los trabajadores petroleros desocupados los que inician el movimiento piquetero en la provincia de Neuquén, aquellos “fogoneros” que dieron el Cutralcazo donde fue asesinada Teresa Rodríguez). El apoyo a la medida no es igual a un “cheque en blanco” al kirchnerismo, sino a una aspiración de soberanía sobre nuestros recursos. Los revolucionarios no podemos votar una indemnización para los que nos saquearon durante décadas: al que hay que indemnizar es al pueblo trabajador que sufrió las consecuencias de la privatización menemista, de la cual los Kirchner fueron cómplices. Los trabajadores, que fuimos los verdaderos saqueados por las multinacionales petroleras, somos los que podemos dar una salida de fondo: hay que avanzar en la expropiación del 100% de Repsol y del total del petróleo  y el gas para solucionar la crisis energética y el desabastecimiento y en un plan de obras públicas que permita a todas las familias en situación de precariedad acceder a los recursos elementales de vivienda digna, gas natural, agua corriente, etc. Solamente bajo gestión de los trabajadores podemos llevarlo adelante. ¿Acaso esta posición no conquistaría mucha más simpatía entre las masas? ¿Y no es inconfundible e incompatible con los proyectos del gobierno y la oposición patronal? Si levantamos una política correcta, “la participación en un parlamento democrático-burgués, lejos de perjudicar al proletariado revolucionario, le permite demostrar más fácilmente a las masas atrasadas por qué semejantes parlamentos merecen ser disueltos, facilita el éxito de su disolución, facilita la “supresión política” del parlamentarismo burgués” (Lenin). Es decir, permite combatir la confianza en la democracia burguesa y mostrar que la salida pude venir únicamente de un gobierno de los trabajadores .

Esta posición independiente de los bandos patronales es la que levantamos desde el Frente de Izquierda y su bancada obrera, apostando a que llegue a miles de trabajadores, y también peleamos por esta política en el movimiento obrero como expresamos en el acto del Día del Trabajador en la Plaza de Mayo, que tuvo como oradores a los principales referentes antiburocráticos y clasistas del país. “Seguir la lucha de los mártires de Chicago para mí es un orgullo”, “debemos politizarnos, prepararnos para desarrollar una alternativa política, prepararnos para hacer la revolución”, “este acto nos da fuerzas para saber que pertenecemos a una tradición de luchas obreras” son algunas de las voces que se escucharon este 1° de Mayo y que desde el PTS apostamos a multiplicar con todas nuestras fuerzas.

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