Por Nicolás del Caño y Eduardo Castilla
Lucas Menghini Rey tenía 20 años y trabajaba en un Call Center. Uno de los empleos que se masificaron en la última década al calor de la recuperación económica. Esas máquinas de triturar el cerebro, la espalda, los oídos y los ojos de cientos de miles de jóvenes en todo el país. Él era uno de esos argentinos que tiene la mala “costumbre” de adelantarse para no hacer cola y esperar. Él y millones más que viajan como ganado para llegar a lugares donde cobran salarios miserables, en el país del crecimiento a tasas chinas y los superávits estrellas.
Lucas fue encontrado sin vida en el cuarto vagón de la formación que se estrelló contra la una estación. Fue el muerto número 51 de la masacre de Once. Masacre. No accidente. Masacre en donde el gobierno quiere evitar toda responsabilidad colocándose en el papel de víctima, como querellante contra la empresa. Masacre en la cual el cinismo capitalista llegó al límite de decir que el “servicio es aceptable”. Masacre que puso, blanco sobre negro, la realidad que viven millones de trabajadores y pobres en el conurbano y en todo el país. La historia de Argentina es cruel con los habitantes del “subsuelo de la patria”. Lo vimos con los asesinatos en Parque Indoamericano y Ledesma por pedir tierra y vivienda. Lo vemos nuevamente ahora con las vidas que se lleva esta masacre.
Entre dos tiempos
Acá y acá se habló de la menemización del gobierno de CFK. El gobierno se halla, desde la muerte de NK, en un claro giro a derecha que se expresa en un progresivo discurso contra la protesta social y a favor de los negocios de los empresarios. Esto tiene su correlato en la quita de subsidios a transporte y energía. Una política “ortodoxa” como lo definió Morgan Stanley. Anotemos de paso que, con la masacre de Once, se cae un mito más de la era K: el de los subsidios al servicio del pueblo trabajador. Queda claro que fueron un espectacular negocio para las privatizadas que ganaron sin invertir.
En la entrega de los recursos naturales a las empresas imperialistas que se llevan millones a costa de un enorme deterioro del medio ambiente y en los subsidios a las privatizadas como TBA, responsable de la masacre de Once, tenemos dos símbolos del modelo “Nacional & Popular” del que tanto gustan hablar los “progres” K, o del capitalismo en serio como gusta decir CFK.
En las últimas semanas vimos el avance en toda la línea de formas y políticas que nos recuerdan al menemismo: defensa de la minería a cielo abierto, represión en las protestas contra esa forma de saqueo en las provincias, aparición de la denuncia de Proyecto X que realizamos desde el PTS, la confirmación de Garré en una conferencia de prensa en la que quisonaturalizar el espionaje y definió a la protesta social como un delito. La masacre de Once y la defensa del sistema de transporte actual que realizaron Schiavi y De Vido el jueves pasado, se vinieron a sumar a esta larga cadena de impunidad que es digna del menemismo.
La política del gobierno transcurre entre dos tiempos: el de la “restauración” y el de su claro rol como agente político abierto de la burguesía, como menemismo. Como escribía Gramsci, cuando lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir, surgen fenómenos aberrantes: el protagonismo de Schiavi y Garré son, por estas horas, fenómenos que van de lo aberrante a lo patético.
Que se vayan todos
Cuando se conocía la noticia de la aparición del cuerpo de Lucas, en la estación de Once, cientos de personas volvían a cantar “Qué se vayan todos”. El canto retumbaba contra las paredes de la estación mientras la policía montaba guardia. El grito de “asesinos” salía de cada garganta presente, contra los empresarios de TBA. La bronca acumulada tenía que estallar.
Pero la bronca y este canto son sintomáticos. Síntoma de lo que nunca terminó de solucionarse: la crisis profunda de un régimen político ajeno y opuesto a las necesidades del pueblo trabajador. Conformado por una casta de políticos millonarios que gobierna, legisla y gestiona al servicio de los intereses de las grandes patronales. Esa casta que decidió subir sus ingresos entre un 70% y un 100%, mientras se intenta poner techo a las paritarias.
Que se vayan todos es el grito de guerra contra esta casta. Son los ecos de la acción directa en las calles. Es el signo del deterioro político de un proyecto que intentó mostrarse como la negación de los noventa para recauchutar el estado capitalista y hoy empieza a mostrar nuevamente su verdadero rostro.
Y dónde está Cris?
Como dijimos acá, ante la represión en Tinogasta “En esa debilidad del régimen político (…) radica la necesidad de “preservar y de preservarse” a (de) Cristina. El bonapartismo como régimen de dominio tiene implícita esta contradicción. Elevar a una figura por sobre el conjunto de las clases y los sectores sociales, transformarla en el árbitro(a) de la nación, significa ponerla en el centro de la escena y, permanentemente, tratar de sacarla de allí”.
Esto último es lo que estamos presenciando en escala aumentada. Frente a crisis que atacan dos pilares de la mitología K, Cristina está en el sur. La semana pasada había tenido una alta tarea de estado: sacar a pasear el perro de Florencia. Este fin de semana, dejó atrás la capital y se refugió en el sur. Dejó atrás la masacre de Once y sus cientos de heridos, dejó atrás las denuncias por Proyecto X y se fue al sur.
Pero el intento de preservar a CFK tiene límites. En el marco de un régimen semi bonapartista como el actual, las crisis "caen" sobre Cristina, aunque busquen evitarlo, poniendo a Garré y a Schiavi en el centro del ring a recibir golpes. Su silencio y su prescindencia molestan, ofuscan, hacen ruido. En la “batalla cultural” la “comandante en jefe” brilla por su ausencia, desorienta a la tropa y genera peleas en el campamento K. Muy posiblemente veremos en los próximos meses aún mayores tendencias centrífugas dentro de la coalición cristinista.
Oposición social y oposición política
Esta crisis política intenta ser aprovechada por la oposición burguesa. La denuncia de Proyecto X y la masacre de Once, son utilizadas por la oposición para retomar algún tipo de iniciativa, luego de que algunos de sus referentes aplaudieran a CFK en su discurso por la soberanía de Malvinas. Quiénes avalaron las privatizaciones en los 90’ y no cuestionaron una coma de esos acuerdos en las dos décadas posteriores, se horrorizan hoy, ante lo que todo el mundo ya sabe. Quiénes firmaron la Obediencia debida y el Punto Final, o estuvieron en el gobierno de De la Rúa que asesinó decenas de personas en el 2001, se rasgan las vestiduras ante el espionaje. El cinismo de los políticos de la burguesía no tiene límites.
Pero el cinismo tiene una función política: la reconstrucción de la oposición burguesa. Operación en la que confluyen Clarín, La Nación y todo el arco burgués, buscando trasladar la disputa política al interior del Congreso nacional, con la táctica de citar a los ministros o pedir su indagatoria. Como dijimos acá, la crisis del régimen de partidos también es parte de los problemas que se acumulan en el momento político actual.
Frente a ello, la oposición real claramente está en las calles y en la izquierda. Como se vio en las luchas contra la mega-minería a cielo abierto, fue la población la que tomó en sus manos el bloqueo de las rutas, la campaña política y la lucha contra la represión. Por otra parte, en estos momentos, en medio de una tensa negociación, los docentes de 8 provincias argentinas parecen no iniciar las clases, ante la falta de acuerdo en la negociación salarial, lo que preanuncia, por lo menos, un mayor nivel de discusión política entre amplios sectores y de oposición al gobierno nacional y sus aliados provinciales.
Fue la izquierda partidaria, en particular el PTS, la que hizo la denuncia del espionaje ilegal de la Gendarmería. No es casualidad. Es aquella que es perseguida por el gobierno por su participación en las luchas del movimiento obrero y la juventud. Es el sector que claramente denuncia desde hace años la ausencia total de mantenimiento en trenes, subtes y colectivos. Es la izquierda la que pelea abiertamente contra la tercerización laboral como se vio en el caso del asesinato de Mariano Ferreyra por la patota de Pedraza y la lucha por el pase a planta permanente de miles de tercerizados.Precisamente esta izquierda es la que tiene hoy una gran responsabilidad, frente a la crisis creciente del kirchnerismo y la posibilidad de la reemergencia de tendencias “desde abajo”. Responsabilidad en desarrollar las tendencias a la ruptura con el kirchnerismo alentando la organización independiente de la clase trabajadora y peleando por recuperar las organizaciones sindicales de manos de la burocracia sindical. Al mismo tiempo es preciso impulsar las batallaspara enfrentar al estado burgués y sus mecanismos de represión y control de la protesta social. Estas tareas son centrales en el próximo período.
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